Los seres humanos tendemos a discriminar miles de recuerdos que nos traen malas sensaciones. También se nos es transmitida un restringida parte de los recuerdos de otras personas. Y, como por si fuera poco, además de estar privados de grandes partes de la historia, aquellas que nos son transmitidas se encuentran sujetas a la subjetividad de aquel que las cuenta. ¿Entonces cómo es posible entender lo que realmente sucedió, si no podemos ver la película completa?
La memoria selectiva es algo inherente a los seres humanos. Recordamos las partes que más apreciamos, y las endulzamos aún más. Nos gusta la exageración y el espectáculo. Nos gusta ser admirados y observados por otros. Nos gusta ser el centro de atención aunque no lo admitamos. Hasta la persona más tímida e introvertida, aquella que dice querer pasar inadvertida, en verdad muere por un poco de atención. Muere porque un par de ojos se posen en ella y la observen con detenimiento, como ella mira a los demás. Complicado, ¿verdad?
Somos seres complejos, y nuestra complejidad llega a tal punto que ni nosotros mismos nos entendemos. No somos capaces de entendernos a nosotros mismos porque nuestra memoria selectiva quita parte de nuestros recuerdos. Nos priva de aquella película emotiva, que nos saca lágrimas y sonrisas y que se mira en retrospectiva. Nosotros mismos nos vamos borrando, eliminamos nuestra esencia de manera inconsciente, hasta el punto de perdernos en la gran magnitud de elementos despintados. Hasta perdernos en la infinitud de un pasado, sepultado y olvidado.

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