Tres adentro. Dos afuera. Una en mi mano. Transparentes como mi alma inexistente. Teñidas de rojo como el resto de mi cuerpo. Tres adentro. Dos afuera. Ahora, cuatro adentro, una afuera.
Torcí el pedazo de vidrio astillado en mis entrañas. Lo giré hasta que la sangre mostrara un rastro en el piso. Pisé el líquido escarlata con mis pies descalzos. Era caliente, pero las baldosas estaban frías. Contrastaba con el suelo duro, áspero. Ahora mis dedos se encuentran bañados por un tono carmín.
Cinco adentro. Cero afuera. Me vi al espejo. Una estrella de astillas se formaba en mi abdomen. Me costaba respirar por el dolor. Seguí observándome. Pasé la punta de mis dedos por los vidrios ensangrentados. Eran puntiagudos y me generaron algunos cortes. Mi cuerpo ya no sabía por donde más sangrar.
Abrí mis ojos. Tomé una gran bocanada de aire. Sentí el sudor en mi frente. Toqué mi abdomen con desesperación. Inmaculado. Acaricié mis sábanas. Disfruté su suave textura al tacto. Miré a un costado. Mi corazón se agitó. Un par de ojos muertos me observaban con determinación. Bajé mi mirada hacia el abdomen del cuerpo. La estrella de astillas se encontraba perfectamente marcada y decorada por líquido escarlata. Mis sábanas blancas, ahora eran rojas.
Me levanté de un salto al darme cuenta de la situación. Su rostro era igual al mío. El rostro del cuerpo inerte, era el mío. Su mirada estaba perdida en el aire, muerta. Dirigí mi vista hacia abajo para verme, pero no me vi. No había nada. Entonces, si mi cuerpo sin vida reposaba en mi cama, ¿qué era yo?
Meterse en la cabeza de la gente no es fácil. Es algo que siempre quise y nunca pude hacer. Con este blog abro mi cabeza para librar todo aquello que gobierna mi interior. Libero las fuerzas que dominan mi alma.
lunes, 31 de octubre de 2016
martes, 25 de octubre de 2016
Disparos.
La bala atravesó el aire fugazmente hasta llegar a mi pecho. Primero, la punta metálica se enterró en mi carne. Con el impacto de mis entrañas, la velocidad comenzó a disminuir hasta parar. Quedó sepultada en mi interior, rozando mi corazón.
Aún la siento al aspirar una gran bocanada de aire. Aún la siento cuando mi corazón bombea sangre. La siento por simplemente vivir. El dolor es insoportable. Intento seguir, y por ello, se adentra en mi órgano vital. Siento como rasga la fina piel exterior de a poco, como a su paso mis venas explotan.
Vuelvo a respirar con dificultad. Siento un frío aire que entra por mi carne, por el orificio de la bala. Mi cuerpo cae al suelo, pero no lo noto. El dolor en mi pecho es aún más fuerte. Recuerdo cuando lloraba porque alguien me había roto el corazón. Pero ahora, que mi corazón en verdad está quebrado, no derramo ni una sola lágrima.
Gente se arremolina a mi alrededor. Escucho sus pasos a lo lejos, también sus voces. Mis ojos están cerrados, pero puedo sentir el sol sobre mi cara. Me genera molestia. Intento mover mi mano para taparlo, pero no puedo. Solo consigo que mis dedos se despeguen un poco del suelo. Es áspero y se encuentra caliente.
De a poco, el dolor se hace más tenue, la luz del sol se apaga, la sangre no llega a mis dedos, el aire no alcanza mis pulmones, las palabras no arriban a mis labios. De a poco, la vida se me escapa. De a poco, mi corazón deja de latir. De a poco, mi alma abandona mi cuerpo. De a poco, me doy cuenta que dejé de existir.
Aún la siento al aspirar una gran bocanada de aire. Aún la siento cuando mi corazón bombea sangre. La siento por simplemente vivir. El dolor es insoportable. Intento seguir, y por ello, se adentra en mi órgano vital. Siento como rasga la fina piel exterior de a poco, como a su paso mis venas explotan.
Vuelvo a respirar con dificultad. Siento un frío aire que entra por mi carne, por el orificio de la bala. Mi cuerpo cae al suelo, pero no lo noto. El dolor en mi pecho es aún más fuerte. Recuerdo cuando lloraba porque alguien me había roto el corazón. Pero ahora, que mi corazón en verdad está quebrado, no derramo ni una sola lágrima.
Gente se arremolina a mi alrededor. Escucho sus pasos a lo lejos, también sus voces. Mis ojos están cerrados, pero puedo sentir el sol sobre mi cara. Me genera molestia. Intento mover mi mano para taparlo, pero no puedo. Solo consigo que mis dedos se despeguen un poco del suelo. Es áspero y se encuentra caliente.
De a poco, el dolor se hace más tenue, la luz del sol se apaga, la sangre no llega a mis dedos, el aire no alcanza mis pulmones, las palabras no arriban a mis labios. De a poco, la vida se me escapa. De a poco, mi corazón deja de latir. De a poco, mi alma abandona mi cuerpo. De a poco, me doy cuenta que dejé de existir.
lunes, 24 de octubre de 2016
Insuficiente.
El dolor se acumula en mi pecho. Mis ojos comienzan a arder, pero trago mis lágrimas. No quiero sentirme menos, pero lo hago. No quiero sentirme tonta, pero lo hago. No quiero sentirme insuficiente, pero lo hago. Lo hago por los otros. Lo hago por la presión que la sociedad ejerce sobre mí. Presiones que me tironean para lados distintos, que me llevan, me traen, me revuelven. Me tiran en tantas direcciones que mi cuerpo deja se ser cuerpo y mi alma deja de ser espíritu. Me convierto en un envase, quebrado, resquebrajado, al que se le ha vaciado de contenido. Mis sentimientos, emociones, ideas, vuelan en el aire y se arremolinan hacia arriba. Lo único que queda de mí, son un par de lágrimas que acompañan mi carcasa vacía. Si es que puedo decir, que eso, alguna vez fue mío.
martes, 18 de octubre de 2016
Abismos.
Mis ojos se cierran, una nueva lágrima cae. Miro hacia adentro. No puedo ver más que un alma destrozada. Pedazos caídos. Algunos se clavan en mis huesos hasta romperlos. Otros se incrustan en mis órganos hasta hacerlos sangrar. Tan abstracta, pero causante de semejante catástrofe.
Pequeños espacios oscuros se esparcen por la totalidad de mi cuerpo. Algunos más grandes, otros más negros, pero todos tan profundos que impiden ver su fondo. Son como torbellinos que arrastran todo a su paso. Tinieblas. Abismos. Mi alma se compone de miles de ellos, lugares recónditos en donde oculto sentimientos. Son como llagas: tocarlos hace que hasta grite del dolor. Son una carga pesada, casi insoportable.
Abro mis ojos, ya no soy capaz de ver mi alma rota. Todo se oculta en las tinieblas. Grandes agujeros negros se presentan ante mí. Abismos. Emano terror por cada uno de mis poros. No lo soporto más. El dolor me consume. Resisto, me aferro a esa pequeña llama de luz que aún brilla, aquella que puede salvarme. El dolor se torna insoportable. Soplo ese fuego que pretendía ser mi salvación. Me entrego al dolor. Me entrego a esos abismos que viven dentro de mí y ahora se presentan ante mí. Me entrego a mi alma quebrada, me reparto en todos sus pedazos. Ahora no hago más que verme a mí misma, un cuerpo tan roto y cubierto de oscuridad, que el cielo no puede hacer otra cosa que llorar en soledad.
Pequeños espacios oscuros se esparcen por la totalidad de mi cuerpo. Algunos más grandes, otros más negros, pero todos tan profundos que impiden ver su fondo. Son como torbellinos que arrastran todo a su paso. Tinieblas. Abismos. Mi alma se compone de miles de ellos, lugares recónditos en donde oculto sentimientos. Son como llagas: tocarlos hace que hasta grite del dolor. Son una carga pesada, casi insoportable.
Abro mis ojos, ya no soy capaz de ver mi alma rota. Todo se oculta en las tinieblas. Grandes agujeros negros se presentan ante mí. Abismos. Emano terror por cada uno de mis poros. No lo soporto más. El dolor me consume. Resisto, me aferro a esa pequeña llama de luz que aún brilla, aquella que puede salvarme. El dolor se torna insoportable. Soplo ese fuego que pretendía ser mi salvación. Me entrego al dolor. Me entrego a esos abismos que viven dentro de mí y ahora se presentan ante mí. Me entrego a mi alma quebrada, me reparto en todos sus pedazos. Ahora no hago más que verme a mí misma, un cuerpo tan roto y cubierto de oscuridad, que el cielo no puede hacer otra cosa que llorar en soledad.
sábado, 8 de octubre de 2016
Llanto.
Mis ojos se nublaron. No podía ver más que una mancha. La realidad se tornó borrosa ante mí. No sabía que sentir. Por más que pestañeara no podía ver con claridad. Un torrente de emociones recorría mi cuerpo. Estaba tan confundida. Ya no sabía quien era. El correr frío de una lágrima por mi mejilla me desestabilizó. Palpé la estela que había dejado con mis dedos. Los observé como pude. Sabía que estaban mojados y con algo de pintura negra. No necesitaba una vista clara para saber lo que había depositado allí. La gravedad hacía que las infinitas gotas que brotaban de mis ojos cayeran fugazmente. No importaba cuanto intentara, sólo nacían nuevas huellas de dolor en mis mejillas. Me rendí. Me dejé caer. Sentí el impacto de mis piernas contra el piso, pero no me importó. Mi corazón latía fuerte, pero sonaba quebrado. No podía respirar. No podía ver. No podía sentir. Pero seguía estando viva ¿Por qué? Cerré mis ojos. Mis pestañas mojadas se pegaron a mis mejillas aún más húmedas. Permanecí inmóvil con mis brazos a los costados y mis piernas sobre el suelo. Hasta que decidí dejar de respirar. Mi cuerpo inerte se desplomó en la tierra. Los árboles ocultaron mi alma rota. Mi cuerpo se desvaneció en la oscuridad de la greda. Lo último que sintieron mis manos fue la granulosa y húmeda textura de la tierra. Intenté abrir mis ojos por última vez, pero lo único que logré ver, fue una gran mancha gris. El cielo lloró por mí y sobre mí. Yo lloré por mí y dentro de mí.
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