Meterse en la cabeza de la gente no es fácil. Es algo que siempre quise y nunca pude hacer. Con este blog abro mi cabeza para librar todo aquello que gobierna mi interior. Libero las fuerzas que dominan mi alma.
sábado, 8 de octubre de 2016
Llanto.
Mis ojos se nublaron. No podía ver más que una mancha. La realidad se tornó borrosa ante mí. No sabía que sentir. Por más que pestañeara no podía ver con claridad. Un torrente de emociones recorría mi cuerpo. Estaba tan confundida. Ya no sabía quien era. El correr frío de una lágrima por mi mejilla me desestabilizó. Palpé la estela que había dejado con mis dedos. Los observé como pude. Sabía que estaban mojados y con algo de pintura negra. No necesitaba una vista clara para saber lo que había depositado allí. La gravedad hacía que las infinitas gotas que brotaban de mis ojos cayeran fugazmente. No importaba cuanto intentara, sólo nacían nuevas huellas de dolor en mis mejillas. Me rendí. Me dejé caer. Sentí el impacto de mis piernas contra el piso, pero no me importó. Mi corazón latía fuerte, pero sonaba quebrado. No podía respirar. No podía ver. No podía sentir. Pero seguía estando viva ¿Por qué? Cerré mis ojos. Mis pestañas mojadas se pegaron a mis mejillas aún más húmedas. Permanecí inmóvil con mis brazos a los costados y mis piernas sobre el suelo. Hasta que decidí dejar de respirar. Mi cuerpo inerte se desplomó en la tierra. Los árboles ocultaron mi alma rota. Mi cuerpo se desvaneció en la oscuridad de la greda. Lo último que sintieron mis manos fue la granulosa y húmeda textura de la tierra. Intenté abrir mis ojos por última vez, pero lo único que logré ver, fue una gran mancha gris. El cielo lloró por mí y sobre mí. Yo lloré por mí y dentro de mí.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
de otro planeta amiga, herrrrmoso!!
ResponderEliminarTierna! Me alegra que te haya gustado
Eliminar